jueves, 24 de marzo de 2011

Apoxiomeno, el atleta rescatado del mar


Foto: Instituto Croata de Conservación
Hallazgo y rescate
El archipiélago que forman en Croacia las islas de Lošinj -se pronuncia loshini con la sh suave de she en inglés- es uno de los destinos más concurridos por los turistas en aquella república. En 1996, apenas un año después del final de la guerra balcánica, un turista belga, René Wouters, halló una estatua griega  a 45 m. de profundidad en los fondos de la isla de Vele Orjule.
En 1999 el Ministerio de Cultura croata se encargó, con grandes precauciones policiales y científicas, de rescatar de las aguas la estatua que llevaba mil setecientos años hundida.

Restauración e identificación
Tras una meticulosa labor de limpieza y restauración, a cargo del Instituto de Restauración de Croacia (Hrvatski restauratorski zavod) la estatua fue identificada como una copia de una obra anterior al famoso modelo de Lisipo, el Apoxiomeno cuya copia más famosa conserva el Vaticano entre sus tesoros.
Foto: Instituto Croata de Conservación
Apoxiomeno no es un nombre propio sino una descripción. Los griegos no conocían el jabón y en algunas competiciones, como la lucha, se cubrían el cuerpo de aceite. Tras la lucha quedaba adherido el polvo al aceite y para quitarse de encima la pegajosa mezcla usaban un rascador llamado estrigilo, En griego ἀποξυόμενος / apoxuómenos, se derivaría de ἀποξὐω / apoxúô, "rascar". Podemos imaginar que el atleta se llamaría en realidad Timeo o Hipólito o Paco o Iñaki de las Mercedes -lo mismo da- así que conservémosle el nombre de Apoxiomeno.
Para distinguirlo del Apoxiomeno de Lisipo, las autoridades croatas lo han llamado el Apoxiomeno croata. Pero hace mil setecientos años Croacia no existía, seria más adecuado hablar del Apoxiomeno del Adriático.

Foto: Instituto Croata de Conservación
 
¿En qué pensaría Apoxiomeno?
En Florencia, el año 2006, en el palacio Medici-Riccardi me encontré por primera vez cara a cara con el atleta de bronce rescatado del mar en 1999.
Apoxiomeno no es especialmente simpático, no sonríe o quizá sí, pero no sabes si es un esbozo de sonrisa, de satisfacción o de desprecio, en sus cuencas vacías no hay vida, parece ensimismado. ¿Ha batido alguna marca? ¿Está satisfecho? Mientras se va rascando la plastosa porquería con el estrigilo, quizá piense el atleta que Filóstenes hoy ha corrido más, que no hay forma de ganarle, o que él mismo ha machacado a Hipócrates en el lanzamiento de disco, je, je.
Foto: Palacio Medici-Riccardi
 ¿A qué deportes se dedicaba Apoxiomeno? Es alto (mide nada menos que 1 metro y 92 cm) y está cachas, con músculos definidos; no se trata de un dulce efebo que alimente las ensoñaciones de los pederastas sino de un adulto en la flor de la juventud.
Como todos los atletas, Apoxiomeno está inmerso en la tensión entre la meta añorada e imaginada y la realidad. El cuerpo y el entrenamiento no dan más de sí, correr, luchar, saltar, darse de mamporros ¿y todo para qué? Para la gloria del momento, una humilde corona de laurel… Y también la corona del prestigio y la breve recompensa de la fama.

Foto: Wikipedia

Quienes hoy día se sorprenden del extraordinario peso mediático de los deportistas, se olvidan de que el hoy no es más que la repetición hortera y aburrida de muchos ayeres, y que para los griegos las competiciones de Olimpia eran un acontecimiento sagrado. Para hacernos una idea, a Aristocles lo llamaban Platón en honor de sus anchas espaldas. El autor de la República había sido atleta y muchos de sus coetáneos quizá no le entendieran los conceptos pero admiraban en él su buena condición física. Por otra parte el nombre de la Academia fundada por Aristóteles se deriva de un atleta griego llamado Academo (homónimo del héroe legendario).
Apoxiomeno ha sido digitalizado por la compañía Topomatika y se pueden ver algunas de las imágenes aquí y una presentación (en italiano) de la exposición florentina a cuenta de Cristina Acidini y Mauricio Micchelucci.

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